La felicidad a tu alcance ¿o no tanto?
Ser feliz es una aspiración sempiterna del hombre. Cuestión aparte es ponernos de acuerdo en aquello que entendemos por felicidad. Sin embargo, la búsqueda de la felicidad «pursuit of happiness» aparece ya reconocida como un derecho inherente al ser humano en la Declaración de Derechos de Virginia de 1776, antecedente ilustre de todas las declaraciones de derechos posteriores. Una solemne proclamación que obedecía a los postulados racionalistas que alumbraron las ideas de la Ilustración, y que hoy pueden parecernos un tanto naif.
El caso es que, desde el punto de vista psicológico, la búsqueda de la felicidad tiene más de inclinación natural, actitud intrínseca o sentimiento, que de derecho. Todos queremos ser felices. Y todos queremos huir o liberarnos de aquello que nos hace infelices. Dicho así, suena muy bien, pero ¿cómo lograrlo?. Habrá quien objete que ni la filosofía, ni las religiones, ni los grandes pensadores han logrado ponerse de acuerdo sobre qué es la felicidad y cómo alcanzarla.
Sin embargo, hoy, la felicidad está en un sitio al alcance de todos: Instagram. Es un secreto a voces. Si quieres ver a gente feliz, entra en Instagram y ahí lo tienes todo. Comidas suculentas, viajes exóticos, expresiones de amor compartidas, familias bien avenidas, amigos, vistas impresionantes, puestas de sol o amaneceres gloriosos. Un compendio de estados de felicidad compartidos que, pese a ello, no suelen ser muy contagiosos.
Del engaño a la frustración
Hay un postulado aceptado tanto por psicólogos como por todo tipo de filósofos. Una condición intrínseca y definitoria de la felicidad. Su carácter efímero. Nadie puede ser feliz siempre. Todo el tiempo. Es imposible, e irreal. De hecho, la volatilidad de este sentimiento o emoción es lo que le confiere buena parte de su valor.
La felicidad son destellos, relámpagos en la noche que iluminan un cielo más o menos nublado. Lo importante, desde el punto de vista psicológico, es alcanzar un estado en el que ese fondo que ilumina nuestros ocasionales momentos felices, esté lo más despejado posible.
Es cierto que no siempre se es feliz tan fugazmente. Es un sentimiento que, a veces, puede perdurar, pero al final se acaba desvaneciendo. Otras veces, vivimos etapas sin ser plenamente conscientes de la felicidad que nos reportan. Y solo a posteriori las valoramos como etapas felices. Puede tratarse también de distorsiones cognitivas.
Lo que cuenta, para aquellos que buscan consejos de psicólogos sobre Instagram y sobre las adicciones y disfunciones que puede generar esta, como otras redes sociales, es desvelar el engaño. En Instagram todo el mundo parece feliz, sí. Lo que ocurre es que esta red social nos muestra una versión alterada y edulcorada de la realidad.
En realidad actúa como un filtro, no como un espejo. Un compendio de ocasiones puntuales que se recortan contra el paisaje de una vida repleta de claroscuros, que es la que la que suele llevar el común de los mortales. Son capturas interesadas de momentos que buscan epatar o provocar el like por encima de cualquier otra consideración. Ahí empiezan los problemas cada vez más extendidos de dependencia de Instagram.
La dependencia de Instagram no conduce a la felicidad
Es cierto, que la propia red social, ya ha permitido a los usuarios eliminar la opción de que sus seguidores puedan manifestar si les gusta o no una publicación. Algo que suele ser fuente de ansiedad en muchos usuarios. Una ansiedad latente o una adicción desbordada. Depende de los casos.
Como psicólogos en Oviedo siempre advertimos a nuestros pacientes de que se es feliz solo a pedazos o a plazos. Y esa escasez debe conducirnos a la sabia actitud de paladear y prolongar en lo posible esos instantes. Y tratar de suprimir racionalmente y con sentido de la responsabilidad, los obstáculos que nos impiden acceder a ellos. Debemos ocuparnos más en intentar ser felices que en parecerlo frente a los demás. Y esa es una de las tendencias de redes sociales como la indicada. Un macrocosmos con similitudes, sin embargo con la vida social de pequeñas comunidades donde las apariencias lo son casi todo. Algo muy propio de pequeñas ciudades, como Oviedo, con círculos sociales definidos y no excesivamente amplios.
Hay momentos de plenitud absoluta, como el nacimiento de un hijo o un primer amor correspondido que disparan nuestras endorfinas a límites estratosféricos. En otros casos, una meditación serena o una reflexión profunda nos puede conducir a un estado de felicidad tranquila pero intensamente sentida. Algo muy en consonancia con el mindfulness y las enseñanzas de los promotores del pensamiento positivo
Ser feliz no puede ser una obligación
No obstante, ya señalamos aquí los riesgos que tiene la tiranía de la positividad como actitud obligatoria y sus efectos secundarios, o las exigencias de aparentar ser siempre feliz que parecen propalarse desde las redes sociales. De hecho, hay expertos que han acuñado el término de «positividad tóxica». Así se recoge en un artículo acerca de los efectos perniciosos de las redes sociales y como evitarlos, publicado por el investigador de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Melbourne, Brock Bastian.
La positividad tóxica, no depende de interacciones puntuales o comentarios de los demás, solamente. Es algo que se va apoderando lentamente del ánimo del usuario habitual de estas redes y le va generando un estado de frustración acumulativa, por comparación. Es fruto del contraste de un análisis sesgado de su propia vida, contrapuesto a unos modelos de vidas ajenas imposibles de emular. Y, generalmente, poco veraces en cuanto a su trasfondo.
Si buscas consejo psicológico sobre como enfrentarte a los problemas de ansiedad generados por la dependencia excesiva a las redes sociales, busca ayuda experta. Contacta con Vivat Psicólogos en Oviedo y abordaremos el problema desde una perspectiva profesional.