El miedo como limitación. Por Vivat, Psicólogos en Oviedo
Las emociones heredadas
Los psicólogos hablan muchas veces de los atavismos como lastres que permanecen arraigados en nuestras capas más internas y de los que conviene liberarse. Esto puede ser solo una verdad a medias. El análisis de los factores determinantes de las conductas humanas y de las emociones o impulsos que subyacen tras ellas es bastante complejo. El miedo suele asociarse con algún elemento atávico. Y su efecto paralizante se suele comparar con la supuesta inmovilidad de ciertas presas ante su depredador. Lo cierto es que hay algunos miedos que te paralizan, te impiden actuar o realizar acciones cotidianas. Y también limitan tus posibilidades de autorrealización. Pero ¿es el miedo una emoción heredada?
Ciertos atavismos pueden resultar beneficiosos, en determinadas circunstancias, mientras que otros pueden ser perjudiciales o simplemente neutros. Pensemos en la casi universal fascinación por el fuego que siente la mayoría de los miembros de nuestra especie. Quedarse como hipnotizado frente a las llamas de una hoguera o una chimenea, es algo muy común. Pero puede ser el fruto de milenios de oscuras noches vividas por nuestros ancestros acurrucados en las cavernas, bajo el frío cielo estrellado o con el húmedo dosel de los bosques como techo. Con el descubrimiento y control del fuego, cuántas horas debieron de pasar sus descendientes maravillados ante la misteriosa y benefactora danza que se desplegaba ante sus ojos. Algo que ha dejado una ineluctable huella genética que, de una u otra forma, hemos llegado a heredar. Ese atavismo, sin embargo puede ser considerado como irrelevante en la mayoría de los individuos. Salvo si hablamos de un pirómano, por poner un ejemplo. Pero hoy vamos a limitarnos al miedo como emoción paralizante.
Si tus miedos te paralizan aprende a no pensar como un inválido
En este contexto el miedo se revela siempre como una emoción con profundas raíces. Un factor inicialmente beneficioso en cuanto asociado al inherente instinto de conservación de las especies y no exclusivo de los seres humanos. El miedo favorecía la supervivencia en medios abiertamente hostiles o potencialmente peligrosos. Un rasgo claramente adaptativo y con interesantes consecuencias desde el punto de vista de la evolución y las teorías de la selección natural ya apuntadas por Darwin.
Hoy ya no vivimos en las cavernas. Pero eso no quiere decir que no tengamos que enfrentarnos a esas situaciones de extrema vulnerabilidad. Basta pensar con lo que pueden estar viviendo en lugares azotados por la guerra, como es el caso de la que está teniendo lugar en Ucrania (y en muchas otras partes, con menor repercusión). Pero también nos puede asaltar un miedo extremo en el incendio de un cine, por poner un ejemplo. ¿Y por qué no en un ambiente de trabajo encarnizadamente competitivo? ¿O ante la inminencia de un desahucio por falta de pago?…¿Es lógico sentir miedo entonces? Y, lo que es más importante ¿es útil?
Desde el punto de vista psicológico el miedo se vive como una reacción de alerta extrema ante la conciencia de un peligro, real o no. Se trata de una representación mental de un riesgo o amenaza y de su probable o inminente materialización. Por eso el miedo anticipa un mal aunque este solo llegue a existir en nuestra mente o las posibilidades de que acontezca realmente sean mínimas. El miedo se puede sentir igualmente, ya se despierte ante una amenaza objetiva y racional, o ante algo que realmente solo existe en nuestra cabeza.
Sea cual sea su origen o desencadenante, el nos condiciona. Y todos lo sentimos, en mayor o menor medida, en algún momento y en función de las diferentes situaciones personales. Miedo a perder lo que tenemos, ya sea la pareja, el trabajo, el dinero… Miedo a envejecer o a la enfermedad. Miedo a no superar ciertos retos como exámenes importantes. Miedo a que les pase algo a nuestros seres queridos. Miedo a hablar en público. También existen miedos ante factores externos que encierran un riesgo objetivo: miedo a las alturas, a los espacios cerrados, a volar en avión, a las arañas…etc. Sea cual sea la causa podría hablarse de diversos grados. Desde la mera preocupación o miedo más menos soterrado, aplazado o controlado, hasta la angustia desgarradora o la crisis de pánico. Su intensidad varía en función de cómo nos llega a afectar. Y ahí es donde podemos actuar los psicólogos.
El miedo como reacción
Uno de los elementos más reconocibles del miedo es que es suele aparecer como una reacción a estímulos externos. O, al menos, percibidos como tales. En cualquier caso, se trata de una respuesta involuntaria. Esto no significa que se trate necesariamente de una emoción negativa, como venimos observando. Sencillamente se trata de evaluar hasta qué punto o en qué momento el miedo surge ante los estímulos equivocados. O cuándo y por qué el miedo se desboca. Con términos como angustia o fobia se designan padecimientos psicológicos o trastornos que muchas veces pueden ser tratados o superados con tratamiento o terapia. Otras veces hablamos de traumas que generan ciertas incapacidades o disfunciones que pueden ser generadas por el miedo.
El problema, como vemos, no surge del miedo como tal, sino de los motivos de tenerlo, del modo que tenemos de enfrentarnos a él y de los efectos que produce en nosotros.
Los miedos que te paralizan
Entre estos efectos está, principalmente, su efecto paralizador. El miedo nos paraliza en muchos sentidos. A veces en un sentido puramente físico. Pero otras veces anímico. Sentir miedo hace que no hagamos nada. O que dejemos de hacerlo. O que ni siquiera nos lleguemos a plantear.
Uno de los principales consejos que ofrecen los psicólogos a la hora de superar nuestros miedos es afrontarlo. Mirarlo de frente y no tratar de escapar de él. Es algo más fácil de decir que de hacer, desde luego. Pero tiene una razón de ser. Si además de sentir el miedo que nos atenaza – sea este realista o infundado, da igual – hacemos un esfuerzo por analizarlo desde un punto de vista lo más racional posible, estamos jugando la baza de la diversión.
Consejos para superar el miedo: analízalo y actúa
No se trata de engañar al mismo miedo, sino de engañarnos un poco a nosotros. Porque el miedo es una emoción acaparadora, además de invalidante. Lo mejor que puede hacerse ante él es entonces tratar de no combatir la parte puramente emocional de ese sentimiento. Lo más operativo sería intentar activar nuestra parte racional, como quien despliega una vela ante el viento. Puede que el miedo la hinche o la deforme, o incluso la rasgue, destruyendo nuestros débiles argumentos. Pero mientras nos esforzamos por izarla, dejamos de prestar atención al temporal.
De esa forma, en paralelo a una experiencia puramente emocional, disruptiva y que tiende a apoderase de todas nuestras facultades, dedicaremos parte de nuestros recursos a algo diferente. Aunque parezca no funcionar, funciona más de lo que creemos. Así como las salmodias, las letanías, los mantras o los sutras funcionan para el creyente como método de concentración o de abandono, un pensamiento racional verbalizado en nuestra mente puede tener efectos parecidos.
Tácticas contra el miedo que funcionan y trucos a los que recurrir
Todas estas consideraciones han sido puestas de manifiesto por numerosos psicólogos antes. Por expertos en tratar la angustia y por genios de la autoayuda que tratan de enseñarnos cómo superar nuestros miedos. Pero, desde el punto de vista literario, quizás nadie lo haya hecho mejor que el conocido autor de la saga de ciencia ficción varias veces lleva al cine Frank Herbert, en su obra Dune. Nos referimos a la letanía contra el miedo que su protagonista aprende desde muy joven y se ve obligado a musitar en más de una ocasión y que reza -nunca mejor dicho – así:
No debo tener miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.
Sea como sea, y esto es válido para jóvenes y mayores, frikies amantes de la ciencia ficción o no, el miedo se supera aprendiendo a conocerlo. Así aprenderemos a verlo venir y a tratar de sofocarlo en sus orígenes, antes de que brote de las profundas raíces que yacen en nuestro subconsciente.
Para tratamientos contra la angustia, la fobias o para crecer en desarrollo personal superando tus miedos, en Vivat Psicólogos en Oviedo te ofreceremos una atención basada en la experiencia, la cualificación y en el mejor trato humano. Puedes contactar aquí. O en el teléfono 647 616 404.