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TERRORISTAS METIDOS A PSICÓLOGOS O LA PSICOLOGÍA DE LA CRUELDAD

Psicólogos en Oviedo

En buena parte del bien considerado gremio de psicólogos en Oviedo ha causado especial conmoción la reciente noticia de que el despidado e irredento asesino de Miguel Angel Blanco, Javier García Gaztelu, alias «Txapote» está estudiando para psicólogo o «similar» según informa el diario La Razón. Sin embargo, esto no debería sorprendernos tanto, si consideramos que terrorismo y psicología tienen mucho que ver.

Al menos, desde el distorsionado punto de vista de un terrorista, la tarea de esparcir el pánico, la muerte y el sufrimiento como herramienta para perseguir algún fin, ha de partir de algunas consideraciones relacionadas con la psicología humana. Emociones o sentimientos como el miedo, la sensación de desamparo, la búsqueda de culpables indirectos, pueden jugar a favor de los fines terroristas que, por definición, no son otros que difundir el terror para conseguir algo. El efecto psicológico de sus crímenes sobre amplios espectos de población es lo que realmente les interesa, en el fondo, como medio para doblegar voluntades o crear un «clima» favorable a sus aspiraciones.

En contra de lo que habitualmente se piensa, los terroristas sí tienen sentimientos. Aunque vomiten odio y arrogancia y una absoluta falta de empatía hacia sus víctimas en la mayoría de los casos, poseen su propio esquema de valores. Unos valores en los que la compasión o la piedad no existen o son arrumbadas en pro de los supuestos fines superiores que justifican su crueldad. De ahí que resulte difícil en ocasiones predicar a las víctimas los beneficios de la psicología del perdón, cuando no existe sentimiento alguno de culpa o arrepentimiento en el ofensor o aquel se produce de modo condescendiente o insincero.

La aparente frialdad del terrorista, desde el punto de vista psicológico no deja de ser una máscara que pretende ocultar el  vacío moral y las contadicciones que alimentan una psique en la que todos los sentimientos están mediatizados y pervertidos por el fanatismo de su andamiaje ideológico. Capaces de amar a sus propios hijos como cualquier padre y al mismo tiempo de considerarse a sí mismos como heroicos adalides de grandes causas, serían también capaces – si reunieran el valor suficiente – de mirar a la cara al hijo de cualquiera de sus víctimas sin ver reflejada en ella su propia vileza y el absurdo de sus abyectas justificaciones.

Por eso, para todos los aspirantes a psicólogo, sea cual sea su catadura moral, desde Vivat psicólogos en Oviedo no dejaríamos de recomendarles aplicarse antes que nada la conocida máxima grabada sobre las venerables piedras del oráculo de Delfos: «nosce te ipsum».  Conócete a tí mismo… y a partir de ahí intenta comprender.