Psicólogos Oviedo
En el campo de las adicciones todo está cambiando. Como psicólogos en Oviedo asistimos a un crecimiento exponencial de las solicitudes de tratamiento para nuevas formas de adicción casi anecdóticas hasta hace poco. Son adicciones que ván más allá de las que podríamos llamar tradicionales: las relacionadas con drogas, alcohol, juego o sexo. Las nuevas adicciones tienen mucho que ver con la tecnología, pero también con el consumismo en cualquier forma.
En otra entrada de este blog ya hemos hablado de nuestra experiencia como centro de atención psicológica en Oviedo en el tratamiento de la adicción a las compras o síndrome de la compra compulsiva. En esta ocasión vamos a poner el foco no en el comprador sino en el vendedor. Y en el modo en que las tiendas y muy particularmente las grandes superficies como los supermercados juegan todas sus bazas para inducirnos a comprar. Cuánto más mejor.
Los procesos de compra, especialmente de los alimentos, han evolucionado en apenas una generación. En Oviedo mismo, lo podemos constatar. La psicología del comprador de hoy nada tiene que ver con la de nuestros padres o abuelos. El trato directo con el tendero del barrio o el dueño de un puesto en un mercado o en la plaza, ya es historia. Con algunas honrosas excepciones, eso sí, como el emblemático mercado ovetense de El Fontán.
De la compra como acto social y de interrelación, hemos pasado al acto impersonal de recolección de productos de las estanterías del súper. Somos las víctimas perfectas para los psicólogos expertos en consumo. Sin asistencia y sin consejos, más allá de la críptitca información que se nos brinda en la mayoría de etiquetas de los productos.
Las grandes cadenas de supermercados lo han dispuesto así. Basándose en un frío análisis de las rutinas de compra de su clientes y en pertientes estudios psicológicos, tratan de sacarnos el máximo en cada visita a cada uno de estos establecimientos.
Como todos sabemos, pero no por eso dejamos de sucumbir a ello, la disposición de los productos a la venta juega un papel crucial. Por eso colocan a la altura de la vista los productos que más interesa vender. No hace falta ser psicólogo para saber que el impacto visual y la ley del mínimo esfuerzo juegan a su favor. Los productos que se venden por sí sólos pueden relegarse a los estantes inferiores o a los superiores. Eso sí, si hablamos de golosinas o cualquier cosa destinada a los niños, los encontraremos hábilmente colocados a una altura infrerior, al alcance de su vista.
En psicología sabemos de la importancia del estímulo para desafiar a la voluntad. Por el mismo motivo, el pan, la leche o los huevos suelen situarse en un extremo más alejado, lo que nos impone un obligado periplo por todo el establecmiento antes de llegar a ellos. Se trata de aprovechar las visitas frecuentes para adquirir los productos más esenciales, para mostrarnos todo lo demás y propiciar que sucumbamos a la tentación.
Finalmente, la ubicación en el área de caja de los productos más supérfluos como chocolatinas o chicles, o de reposción ocasional tales como maquinillas de afeitar o pilas, tampoco es casual. Las chucherías de bajo precio nos acechan en el momento más vulnerable: la espera en la cola. Reclaman nuestra atención, huérfana de estímulos, y parecen decir: «anda, date un respiro para después, total por un poco más…» Aquí están apelando a la psicología de la recompensa y del último impulso. Mientras que pilas y otros repuestos nos recuerdan que siempre son útiles para el futuro, aunque no estemos seguros de que nos hagan falta en ese momento.
En definitiva, como en Vivat Psicólogos podemos asegurar que comprar en el súper puede ser de todo menos un acto racional y calculado. El remedio ya se sabe, una buena lista de la compra y no ir a comprar nunca con el estómago vacío.