Psicólogos en Oviedo
Como psicólogos en Oviedo con experiencia en atención y crecimiento personal, estamos acostumbrados a escuchar un mantra muy extendido en nuestro días como es el de evitar la famosa zona de confort. Un estado mental y emocional – y a veces físico – en el que nos sentimos cómodos, sin sobresaltos, y en el que las cosas fluyen sin esfuerzo por nuestra parte. Pero, ¿es eso tan malo?. Desde luego, no. O al menos, no tan horrible como lo pintan.
En el mundo de la psicología de la empresa, se fraguan muchos principios que no siempre resultan aplicables en otras coordenadas vitales, aunque se difundan con gran éxito, como es el caso.
Y es que, a la presión habitual a la que se ven sometidas muchas personas por sus circunstancias laborales o sociales, se añade ahora una nueva exigencia. Se trata de la imperiosa necesidad – impuesta por pretendidos expertos del coaching, del mentoring y de otras disciplinas anejas -, de mantener la tensión como forma de vida. Para alcanzar la felicidad es preciso, nos dicen, salir a todo trance de ese terrible lugar llamado nuestra zona de confort. Es un consejo repetido desde numerosos libros de autoayuda y muy extendido en la nueva psicología de la empresa y entre algunos psicólogos expertos en el desarrollo integral de la persona.
Si quieres crecer, explotar tus capacidades al máximo y alcanzar la plenitud personal, debes huir como la peste – parece – de cualquier sensación de bienestar apacible o satisfacción complaciente. Y renegar de cualquier moderada felicidad que se asiente sobre rutinas reconocibles o sentimientos de seguridad. Son sólo las máscaras del conformismo que te impide progresar, argumentan los apóstoles del crecimiento a ultranza. Este parece el nuevo mandamiento de la posmodernidad, nacido en el ambiente empresarial y diseñado tanto para altos ejecutivos como para asesores comerciales de base. Y ahora extensible a cualquier persona preocupada por su crecimiento personal y bienestar psicológico, según creen algunos.
Siguiendo este imperativo, parecería que continuamente hay que obligarse a explorar nuevas posibilidades en la vida, si queremos que esta sea completa. Forzarse a cambiar rutinas, cuestionarse principios, renunciar a pasar el rato con quien nos encontramos a gusto. Todo en aras de una felicidad siempre pospuesta. En definitiva, atreverse a todo y no renunciar a nada. Pero nunca conformarse. Suena bien. Aunque un poco espeluznante.
Renunciar deliberadamente a esos ratos de tranquilidad bien ganada, por lo general no muy abundantes, bien sea en tu trabajo, en tus relaciones sociales, con tu pareja o en tus sencillas rutinas diarias, puede no ser tan buena idea. Cualquier psicólogo sabe reconocer y apreciar el esfuerzo y el sacrificio que muchas veces implica alcanzar y conservar las cosas que merecen la pena en la vida. Pero la noción de equilibrio es siempre muy importante. Y este no debería romperse hasta llegar al punto de la renuncia constante o la autonegación como leit motiv de nuestra andadura vital. Pues como dijo John Lennon: «la vida es lo que nos sucede mientras hacemos planes para el futuro», y haber pasado algún rato en nuestra zona de confort, puede ser una buena parte de lo que nos llevemos de ella.
Esta parece al menos, la idea de un interesante artículo publicado en Psichology Today, por el Doctor en Filosofía Andy Molinsky, profesor en la Escuela Internacional de Negocios Brandeis de Waltham, Massachusetts, en el que se pregunta ¿Es verdad que no podemos esperar nada bueno si permanecemos en nuestra zona de confort?.